Superclásico millonario.

Como colofón de lujo a un fin de semana más que movido en el panorama futbolístico internacional, el Apertura argentino nos guardaba todo un Superclásico, todo un River-Boca en el Monumental. El ambiente era de gala, daba la misma envidia que ganas de estar allí a miles de kilómetros de distancia. El estruendo de todo Núñez al saltar el "Millo" a la cancha resonó en todo el salón de mi casa, como en el de tantos aficionados que queríamos disfrutar de uno de los cincuenta acontecimientos deportivos que uno no debe perderse antes de morir ("Time" dixit).
Por su parte, Boca saltó al césped como rodeado de un aura mágica, el aura que suele rodear a los campeones, la misma que hacía flotar en el ambiente del Monumental más respeto por el rival eterno que nunca.

Passarella le dio el timón de la "Banda Sangre" a Domingo, que salió perdedor en su particular duelo de "cincos" con Gago; adelantó de nuevo a Ferrari al centro del campo (error, se mire por donde se mire) dejando el lateral diestro para Tuzzio; y confió a Belluschi la tarea de enlazar con los puntas, Higuaín y Farías, mientras sus tres compañeros de línea trataban de juntarse cerca de la zaga para que Boca no llegase.
La Volpe no tenía a Krupoviesa, no contó con Guillermo Marino ni con Battaglia, y creyó que su defensa frenaría con solvencia las acometidas esperadas de River, que Gago se bastaría y sobraría en la medular, que Dátolo le iba a dar la noche al reconvertido Tuzzio y que la doble P (Palacio- Palermo) le hincaría el diente a la irregular defensa "millonaria". Si La Volpe creyó todo eso, acertó en cuarto y mitad de una (la de Gago).

Puestas las cartas sobre la mesa, a Boca se le vio mayor empaque y solidez, y a River más ganas, más necesidad y, sobre todo más acierto.
Higuaín fue la figura del Clásico; estrelló un violento derechazo en el palo al poco de empezar y abrió el marcador rematando de tacón un balón suelto tras una falta. Empató en la siguiente jugada Palacio, tras gran jugada de Gago y "rompiendo" a Nasuti, y ya la temperatura del Clásico sólo bajaría tras el pitido final. Con el 1-1, la segunda parte fue de ida y vuelta, con Boca tratando de imponer su conseguida jerarquía, su ritmo de juego y su superioridad del momento. Nadie contaba con la desastrosa tarde de Daniel Díaz como "hombre ancla" del sistema defensivo de La Volpe. El "Cata" estuvo nervioso primero, acelerado después, y desquiciado por fin; Belluschi se dio cuenta y encontró un filón en los desmarques del "Pipita" Higuaín al filo de la navaja (es decir, del fuera de juego). Así llegaría el 2-1, y también el 3-1, sólo que esta contra se originó en una pérdida de pelota de Fernando Gago y se terminó con la definición cómoda del "Tecla" Farías. La descolocación del Cata Díaz es manifiesta en el tercer gol, cierra fatal, no sabe dónde ir y llega tarde al cruce.

Y así se marchó un Súper Clásico con ocasiones como pocos, tenso como siempre y emocionante como es preceptivo. Visto desde la imparcialidad, abre la Liga argentina, que corría el peligro de convertise en un paseo xeneize, y borra la imagen de equipo intocable de Boca. Visto con la camiseta de River, ¡qué gusto da!


Fotos: Portada Diario Olé, Cartel Afición River Plate